Las
fracturas vertebrales
ocurren particularmente en pacientes osteoporóticos debido a una mayor fragilidad ósea. Las consecuencias de las fracturas vertebrales osteoporóticas son diversas: problemas orgánicos, psicológicos, sociales y de salud pública, a corto o largo plazo.
La presencia de fracturas vertebrales se asocia con una disminución de la calidad de vida y con un mayor riesgo de nuevas fracturas vertebrales y extravertebrales. Una vez que ha ocurrido la primera fractura vertebral, existe un riesgo mayor equivalente al 20% de nuevas fracturas vertebrales en el primer año (“cascada de fracturas vertebrales”). En el riesgo de nuevas fracturas también influyen otros factores como las propiedades intrínsecas del hueso y las propiedades locales y globales de la columna. Es necesario un diagnóstico y un tratamiento oportunos para prevenir más consecuencias de fracturas vertebrales.
Para diagnosticar fracturas vertebrales, el examen de referencia es la radiografía de columna en dos proyecciones. Las fracturas son más frecuentes entre D6-D8 y el pasaje dorso-lumbar D12-L1.
La gravedad inicial de la deformidad vertebral es un índice de pronóstico negativo para el dolor persistente y la discapacidad.
El tratamiento de las fracturas vertebrales relacionadas con la fragilidad puede ser conservador o quirúrgico y tiene como objetivo curar la fractura, controlar el dolor y prevenir más deformidades.
El tratamiento conservador
en la fase aguda y subaguda comprende el control del dolor con tratamiento farmacológico y físico, la prevención de complicaciones, el uso de corsés ortopédicos, los frecuentes controles de columna y el entrenamiento fisioterápico específico. La literatura científica recomienda que el paciente permanezca en cama lo más breve posible para evitar complicaciones.
Durante la etapa en cama es recomendable comenzar a educar al paciente sobre las posiciones correctas a mantener en la cama y en los cambios posturales. Durante el período doloroso que sigue a la compresión vertebral, la fisioterapia se limita a ejercicios de piernas para mantener los músculos y facilitar la circulación sanguínea cuando está postrado en cama. Además, los pacientes pueden comenzar a realizar ejercicios de estabilización neuromuscular de la columna toraco-lumbar que no requieren ninguna movilización del segmento fracturado.
El tratamiento de ortesis vertebral debe durar de 8 a 12 semanas aproximadamente para favorecer la completa estabilización de la fractura. Durante los dos meses posteriores a la fractura vertebral aguda, los ejercicios fisioterapéuticos deben evitar el fortalecimiento muscular intensivo centrándose en ejercicios de relajación, mantenimiento de la movilidad articular de las principales articulaciones y ejercicios de respiración.
La fase de rehabilitación más intensiva puede comenzar después de que se retire el corsé ortopédico, generalmente en 8-12 semanas desde el evento agudo, dependiendo de un control radiográfico y los síntomas del dolor (cuando el dolor agudo haya remitido). El programa de rehabilitación incluye básicamente ejercicios de fortalecimiento de los músculos extensores de la espalda, ejercicios de reentrenamiento postural, ejercicios ergonómicos y de aumento del equilibrio.
El fortalecimiento de los músculos extensores de la espalda le ayuda a estar mejor de pie
y disminuye la postura cifótica (tras una fractura vertebral tendemos a “encorvarnos”) que predispone al dolor de espalda ya un mayor riesgo de caídas y fracturas secundarias . El reentrenamiento postural propioceptivo mejora el equilibrio disminuyendo el riesgo de caídas. El programa de ejercicios debe ser diseñado “a medida” por un fisioterapeuta en función del estado clínico del paciente.
Además, existen evidencias de que el ejercicio de fortalecimiento muscular ayuda a mantener las medidas adecuadas de densidad mineral ósea, en mujeres posmenopáusicas.
El tratamiento quirúrgico de las fracturas vertebrales por fragilidad se basa en la
vertebroplastia y la cifoplastia, ambas intervenciones mini-invasivas. Las indicaciones del tratamiento quirúrgico son básicamente un control del dolor magro mediante un tratamiento conservador, la progresión de la deformidad vertebral y la elección de un paciente plenamente informado. Ambas técnicas son muy útiles en el control del dolor, con una mejora en el 60% -100% de los casos. La cifoplastia parece dar mejores resultados en la reducción de la discapacidad y en la calidad de vida.
Incluso después de una vertebroplastia o cifoplastia, los ejercicios fisioterapéuticos de fortalecimiento de los músculos extensores de la espalda con reentrenamiento postural propioceptivo disminuyen radicalmente la incidencia de una nueva fractura vertebral aumentando el tiempo entre los dos eventos.